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Pardina de Carcavilla

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Os presento algunos detalles de un artículo que amablemente me publicaron en APIAC, la revista de Ayerbe y comarca.  Hablo de un lugar tan a la vista como desconocido, que podemos contemplar unos metros más abajo de la presa del Pantano de La Peña. 

Pantano de La Peña

La Pardina de Carcavilla es un enclave heredero de una larga serie de avatares en los que incluso los historiadores difieren; aunque lo que sí parece estar claro es que en el lugar donde ahora se levanta la central no debió haber ningún asentamiento medieval. Un poco más al norte, donde ahora encontramos un corral (Lat. 42º 22’ 34’’ N / Long. 0º 44’ 33’’ W) parece que descansan las ruinas de la iglesia de Cacabiello, de ahí probablemente que en los mapas del IGN y otros aparezca la denominación “Pardina de Cacabiello”. 


Carcavilla

La serie de edificios que vemos desparramados por la ladera, tal vez por confluir aquí distintas historias, crean confusión.

A finales del s.XIX, Carcavilla era una pardina propiedad de la familia Otal con uso principal previsiblemente ganadero, es decir, que no estaba habitada. Carcavilla pertenecía por aquel entonces al término de Ena, enclavado entre Riglos, Murillo y La Peña. 

Carcavilla, antiguo término de Ena.  Fuente: IGN


En 1887 y ya con una vivienda construida se instaló en la pardina el matrimonio formado Francisco Muñoz Campos, natural de Biel, y Plácida Lazcorreta del Buey, natural de Agüero; acompañados de al menos 7 hijos, todos ellos nacidos en Biel.

Podemos imaginar las condiciones de vida de la época siguiendo las vicisitudes de este matrimonio. Al poco de llegar, el 26 de abril de ese mismo 1887, falleció su hija Simeona con 8 años. Al año siguiente nac otro hijo, Cándido, que fallec pocos meses después, ese mismo 1888.  La desgracia no dejó de cebarse con la familia, ya que se repitieron las circunstancias con otros dos hijos, Consuelo (que nac en febrero de 1890 y falleció en diciembre de 1891) y Elodia (nac y falleció en 1891, con un mes de edad).

En primer plano, vivienda de la familia Lazcorreta.

Plácida Lazcorreta del Buey era la hija mayor de Mariano Lazcorrreta Luis, un médico-cirujano de Bolea y Simeona del Buey Lacasta, natural de Santa Eulalia de Gállego. Como en tantas otras casas, el primogénito varón de los Lazcorreta-del Buey, Pascual, continuó con el trabajo de médico-cirujano de su padre; mientras el segundo hijo, León, se hizo sacerdote, ejerciendopor Arbués y Javierrelatre y llevando como casera a su otra hermana, Gregoria.

En 1897 y pese a la mala suerte con la descendencia del matrimonio pardinero, Gregoria Lazcorreta del Buey, hermana de Plácida; decidió comprar la pardina a la viuda de Otal.

Por aquellas fechas ni siquiera estaba construido el pantano de La Peña, aunque la zona estaba bastante activa. Alrededor de 1860 se había finalizado la carretera de Zaragoza a Jaca, con lo cual ya podía circular el tráfico de diligencias y carruajes. Y en 1893, recién construida la línea del ferrocarril, pasó la primera locomotora con destino Jaca.


De izquierda a derecha: Capilla, edificio pardinero y venta. El resto de edificios de este enclave, como el que vemos detrás, están ligados a la central.

Los acontecimientos se sucedieron con rapidez y dos años después de la compra, el 14 de noviembre de 1899, los hermanos Lazcorreta-del Buey vendieron parte de la pardina al Conde de Gabarda por 750 pesetas. Concretamente el paraje llamado “La viñona”, donde el conde pretendía construir “una casa de máquinas para fuerza eléctrica”. Será el origen del aprovechamiento eléctrico de Carcavilla, que obtiene electricidad mediante el salto de un agua que, proveniente del río Gállego (próximo a su confluencia con el Garona), atraviesa el monte en una tubería enterrada y vuelve a caer al Gállego a los pies de la pardina (¡Recordemos que el salto de Carcavilla no tiene nada que ver con el pantano de la Peña!)

Como curiosidad, el 24 de agosto de 1904 se logró transportar energía obtenida en Carcavilla hasta Zaragoza, mediante una línea de alta tensión, siendo por muchos considerado como el primer transporte de energía eléctrica en corriente alterna de España.

Pese a estar conviviendo ya con la Central, la pardina siguió muy activa. De hecho, entre finales de 1906 y 1907 se construyó una casa adosada a la vivienda pardinera, con función más que posible de venta. Todo ello de seguro girará en torno al gran movimiento de obreros que había en la zona con motivo del inicio de las obras del Pantano de la Peña. 

La belleza también presente en lo pequeño

Con el paso del tiempo el primogénito del matrimonio, Federico Muñoz Lazcorreta, se casó con Trinidad Otín, natural de Gésera, y pasó a hacerse cargo de la pardina. Su hermano León se quedó de “tión”, aunque acabó también casándose.

Finalmente, la familia Muñoz-Lazcorreta vendió la pardina de Carcavilla a ERZ en 1928A partir de la venta a ERZ ya no hubo pardineros en Carcavilla, aunque los terrenos siguieron usándose, por ejemplo, como pasto para la dula (el ganado común) de Riglos.  Los antiguos edificios actualmente tienen todos uso como vivienda vacacional.

En un metro de bosque

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Mi recomendación de hoy va sobre un libro tan interesante como extraño. Os hablo de “En un metro de bosque”, de David George Haskell.  Una formación de biólogo y unas aficiones propias de un budista dan como resultado una mezcla muy atractiva.

Su idea fue acudir a lo largo de un año a un bosque primario cercano (Tennessee), sentándose siempre en la misma roca y observando lo que ocurría en un pequeño círculo a su alrededor, lo que él llama elmandala.


 El resto de la realidad comienza a difuminarse y alejarse conforme nos concentramos

Siempre me provocó experimentar algo similar, así que aproveché este fin de semana que anunciaban lluvias por doquier, para sentarme en un pequeño vallecito, cercano y suficientemente tranquilo para probar su recomendación.

Cualquier bosque primario será más sugerente que las zonas que tengamos a mano, pero seguro que podremos intentarlo a nuestra escala.  Y seguro que nuestra percepción aumentará conforme perseveremos.

 El libro en cuestión

En este pequeño ejemplo, aprovecho que el otoño nos revela partes del bosque que muchas veces nos pasan inadvertidas.  Los pequeños bosquetes de galería y manchas de caducifolios, que en primavera se camuflan más fácilmente entre el pinar o el quejigar, se nos muestran ahora con todo su esplendor en tonos amarillos y rojos.  De hecho, justo enfrente y aprovechando el paco de una pequeña vaguada, las hayas han ido ganando el terreno a los pinos silvestres.  Cuando hayan desplegado su dosel de hojas, poco podrán hacer ya los pinos por recuperar su espacio.


 Estrecho vallezuelo donde me senté

Al sentarme reparo en una curiosidad.  Tras las lluvias un caracol ha salido a dar una vuelta y ha decidido pararse en una roca.  Rocas que en estas zonas de la sierra de Guara están llenas de nummulites, pequeños fósiles que delatan los tiempos en que todo esto era un mar.  Me resultó curioso el caracol parado sobre minúsculas conchas de otros que, como él, decidieron pararse ahí hace millones de años.


 Vaguada con manchas de hayedo


Pude diferenciar los cantos de diferentes pájaros (el número se incrementó conforme pasaba el tiempo) e incluso observé un grupo de cuatro o cinco carboneros que rebuscaban trepando y destrepando por los troncos de los pinos.

Por encima de mi observé un mostajo en fruto, así que rebusqué por entre el matorral, y enseguida encontré restos de estos y otros frutos, procesados por algún vecino del entorno.  Buitres y milanos sobrevolando, nubes lamiendo la ladera…. El listado de todo lo que puede llegar a nuestros sentidos es infinito.

 Mostajo

Por supuesto, todo aderezado por el intenso olor a tierra mojada que proporcionan ciertas esporas inofensivas que se desprenden con la lluvia.  Existe también una molécula llamada geosmina, que desprenden diversas bacterias con la lluvia y nos provoca esa sensación tan agradable a tierra mojada.  Se sospecha que es esta molécula la que detectan los animales que buscan agua, por lo que tal vez este olor recale en partes antiguas de nuestro cerebro, que guarden algún vestigio de cuando el hombre tenía que buscar su sustento igual que el resto de los animales.

 Restos de bellotas comidas

En definitiva, fijarnos en los pequeños detalles para poder comprender la complejidad del ecosistema en el que nos encontremos.  Este libro desde luego ayuda.

 Primer plano de musgo colonizando la corteza de pino silvestre

El Corro de las Brujas de Lizara

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El Corro de las Brujas es un rodal de tejos que encontramos en el camino hacia Lizara, en Aragüés del Puerto; aunque para comprender por completo elsignificado deeste pequeño rincón deberemos antes conocer la singularidad dela especie que lo forma.

Vida y muerte.  Así podríamos definir lo que representa el tejo o tacho (Taxus baccata) en la tierra.  Es un árbol que arrastra leyendas desde el inicio de los tiempos, tal vez por su infinita longevidad, su apariencia sobria, su tendencia a aparecer en solitario en el bosque, su toxicidado por una unión de todo ello (como curiosidad, el hombre de Ötzi cazaba por aquellas montañas con un gran arco de tejo, junto al cual fue encontrado).

Viejas hayas acompañan a este rodal

Los pueblos celtas dejaron la herencia de veneración al tejo desdeBritania a Bretaña y Normandía o, más cercanamente, en Asturias, Galicia, Cantabria o LeónDe hecho, cualquier acontecimiento importante (asambleas de los concejos, juicios, juramentos y rituales varios) se celebraba bajo su copa.

Su alta toxicidad también hizo que incluso fuera usado por los pueblos cántabros como método de suicidio.  Incluso se especula con que esta elección no fuera casual sino ligada a algún ritual, dado el mencionado carácter sagrado que tenía en todos estos pueblos.

Arilos (falso fruto) de tejo, la única parte no tóxica

A su llegada, el cristianismo trató de sacralizar los viejos puntos de veneración pagana construyendo templos a su lado.  Tanto lo intentó, que incluso podemos encontrar capillas construidas dentro del propio tejo, como la normanda Sainte Anne des ifs.


Sainte Anne des ifs (foto de wikipedia)

Es por ello que tradicionalmente se ha visto a esta especie unida a ermitas y cementerios (como pudimos ver en "Un monstruo viene a verme").  Incluso cuentan las leyendas que el tejo dirige una raíz hacia la boca de cada una de las personas enterradas en el cementerio donde se erige, haciendo así de puerta hacia el otro mundo.

Musculoso tronco de tejo

Pero también hay que destacar que, paradójicamente, está íntimamente a la vida.  En los años 60 se obtuvo el Paclitaxel (Taxol), un potente fármaco usado en el tratamiento del cáncer, a partir de la corteza de tejo.  Afortunadamente se ha podido sintetizar en laboratorio, ya que hacían falta 10 kg de corteza de tejo para obtener un gramo de Paclitaxel.


Sobriedad del tejo

En nuestra zona pirenaica ni de lejos podemos disfrutar de tejos como el de Bermiego (por tamaño) ni tejedas como el Teixadal de Casaio (por extensión), de marcado carácter atlántico (para saber más, podemos consultar el ingente trabajo de la Asociación A Morteira).  No obstante, el Corro de brujas de Lizara es un rodal más que suficiente para familiarizarnos con la especie.

Eléboro a la entrada del Corro de las Brujas.  Parece que estaban bien surtidas en sus reuniones.

Tal vez sea un rodal testimonial, pero la forma en que están distribuidos varios de estos árboles parece simular un corro, por lo que la leyenda estaba servida.  En mi visita incluso parece que el tiempo acompañó para imbuirme más de esta atmósfera, ya que no encontré un alma en toda la mañana y corrían grandes rachas de viento, lo que generaba un gran murmullo en las copas de los árboles.  Suelen ser muy ventosos todos estos lugares bautizados con nombres como "revuelta de las brujas", "corro de las brujas", etc; donde se supone que se reunían estas pobres mujeresen sus aquelarres.


El Corro da entrada a los Macizos de Bernera y el Bisaurín

Tras refitolear un buen rato por el Corro decidí completar la excursión viendo algo del camino que desde Aragüés del Puerto remonta el río Osia, pasando por Labati.  El aspecto sombrío del Corro de las Brujas se tornó en un derroche de colores de arces, tremoletas, avellanos, serbales, hayas, cajicos y un largo etcétera.

Precioso caballo hispano bretón


Bucólicos prados

El bosque mixto se abri en varios tramos a lo largo del camino, dejando a la vista numerosos prados de siega.  Todo un disfrute para los sentidos.  Resumiendootro lugar a tener en cuenta en nuestras visitas por Lizara.

Detalle de hojas de arce en el río Osia


Sendero de Labati


Bordas

 Foto aérea de localización del Corro de las Brujas.  A la izquierda, refugio de Lizara

El Cajico de Ayés

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En la Pardina de Ayésexiste un viejo cajico, un nombre con el que se conoceal roble quejigo (Quercus faginea, Quercus cerrioides) en el Altoaragón.  Se trata de un precioso ejemplar perteneciente al género más familiar y característico de nuestra piel de toro, los Quercus.

Pardina de Ayés, un faro en la sierra

La Pardina de Ayés la encontramos a medio camino entre Rapún y Abena, en el Prepirineo central oscense y a la vista de la omnipresente Oroel.  Afortunadamente, en este caso noha sido relegada al abandono y actualmente podemos disfrutar de estos edificios, convertidos en Casa Rural.


 Rapún, emergiendo de entre las brumas como en un cuento de Tolkien

En cuanto al árbol, hay que aclarar que los distintos Quercus que colonizan la península son las respuestas de este organismo al ambiente que le rodea.  De esta manera, Quercusse transforma para afrontar desde las condiciones húmedas del norte (robles carballos, de hoja caduca) hasta las plenamente mediterráneas (encinas y coscojas, perennifolios), pasando por una amplia gama de intermedios (rebollos, melojos, quejigos y similares, en muchos casos marcescentes).  

El problema para nuestras clasificaciones es que en zonas de condiciones intermedias, donde se solapan distintas especies, podemos encontrar ejemplares conviviendo e inclusohibridándose entre ellos (el mismo Q. cerrioides es un híbrido).  El lío de los robles y estos híbridos (también conocidos como "Mestos") es tan inmenso que, al curioso,le dejo en este enlace una buena muestra de casuística. 

 Cajico de Ayés y Peña Oroel


El gran inconformista Thoreau, siguiendo un proverbio latino, nos contó el dicho "Ex oriens lux, ex occidente frux", es decir, "de oriente la luz y de occidente el fruto"; en referencia a los grandes maestros asiáticos de la ciencia y la filosofía.

Me vino a la mente esta fraseal visitar al más que centenario cajico, ya que pudecomprobarcómo esta maravilla me proporcionaba ambas a la vez, luz y fruto.

Cajico "en luz y fruto"

El suelo estaba muy removido por los jabalíes, que se debían haber pegado la noche foriconiando en busca de bellotas.  Pero aún quedaban muchas por las ramas y por entre la hierba, así que estuvimos un rato hablando sobre eseárbol y los frutos que nos ofrece, como bellotas, miel, leña o sombra.  Creo que debemos transmitir todos estos valores a las nuevas generaciones, intentando que la empatía y el respeto dejen de ser palabras en desuso.

Aunque solo sea porque no hay que morder la mano que te da de comer.  Que no es otra que nuestra madre tierra.

 Para respetar algo, el primer paso es conocerlo

En camino

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Ojalá su sendero esté siempre igual de nítido.  
De momento me conformo con mostrarle los caminos que conozco, con la esperanza de que dentro de unos años, cuando esté frente a ellos y los encuentre más vestidos, recuerde la ruta y sepa desemboscarse sola.
Felices cinco, mi chica.

FELIZ ENTRADA EN 2017

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Contaban que los indios Muclasse celebraban el cambio de año en su "busk" o "fiesta de los frutos" (1), donde realizaban un ritual que puede recordar a muchas otras culturas.

En este caso limpiaban casas y cuadras del poblado, arrojando todo lo viejo a una hoguera común que permanecía ardiendo durante tres días, en los cuales ayunaban.  Al cuarto día el chamán apagaba la hoguera, encendiendo un nuevo fuego del que se proveían todas las casas.

El nuevo año.  Renacer de nosotros mismos


La idea de empezar de cero en el nuevo año queda patente en la quema de lo viejo y elencendido de un nuevo fuego, además de la purificación medianteel ayuno.  En la actualidad creo que esta idea persiste, reducida a su mínima expresión, en los llamados"propósitos para el nuevo año".

Ello me recuerda una preciosa canción de los Grateful Dead titulada "Ripple" (bonita versión en este enlace), con una letra que nos cuenta más de lo que en un principio parece y que es perfecta para esta ocasión:

“Reach out your hand if your cup is empty
If your cup is full may it be again
Let it be known there is a fountain
That was not made by the hands of men”

(Es decir, que tanto si tu copa está vacía como llena, puedes estirar tu mano y rellenarla.  ¿Donde?.  En una fuente, no hecha por manos humanas)

Así que ésto es lo que os/me dejo de deberes para el nuevo año:Buscar esa fuente que nos llene.  No os extrañe si al encontrarla descubris que no es nada fabricado por elser humano.

FELIZ 2017

Encuentra una fuente donde recargar


(1) "Travels through North and South Carolina, Georgia, East and West Florida and the Cherokee Country". William Bartram (1739-1823).  De "Walden", H.D. Thoreau.

Sacando a la luz

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Si todo va bien, en 2017 saldrá a la luz algo que lleva dos años cocinándose a fuego lento. Tras un largo tiempo atravesando portales y escuchando historias creo que he logrado tener todos los ingredientes. Y la prueba ha gustado. 

Así que espero que cuando comience la primavera, como el oso que se despereza y sale a estirar las piernas, un nuevo libro atraviese esta portalada, en representación de los que durante siglos lo hicieron a diario, y os revele una historia que creo fundamental conocer, si queremos entender los paisajes y la idiosincrasia de nuestro Prepirineo.



Pancrudo. El mundo del chopo cabecero.

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Existe todo un curioso mundo alrededor de los trasmochos, es decir, árboles que han sido tradicionalmente podados para distintos aprovechamientos (mayoritariamente, ganadero y de leñas).  

 Río Pancrudo, afluente del Jilica

Según la zona podremos encontrar distintos trasmochos, desde hayas a chopos, pasando por robles, fresnos o sauces.  En el entorno del río Jiloca los chopos trasmochos son denominados "cabeceros".


 Impresionantes troncos, con enormes chupones en lo alto, señal de abandono

Como consecuencia de este tipo de poda (o del abandono deésta) presentan un aspecto muy particular, con sus grandes troncos engrosados durante siglos.  Este otoño nos fuimos a dar un paseo por el río Pancrudo, afluente del Jiloca, a disfrutar de la bonita luz de esta estación.

 Los subafluentes de la margen derecha del Ebro presentan caudales como éste

Tal vez pillamos el otoño un poco pasado, pero os dejo unas cuantas fotos del día, para que veais lo que puede dar de sí esta zona y dejaros una idea para alguna excursión.



 Fuera de estos pequeños bosques de galería se extienden las duras parameras turolenses


 Como veis, nos tendieron la alfombra roja para el paseo

Por último, os muestro un precioso ejemplar de sauce que nos cruzamos en el camino, conocidos en la zona como"Sazbimbres".  Está bastante deteriorado pero aún deja ver el esplendor que debió tener.

Que lo disfrutéis!
 
 Sazbimbre de Torre los Negros

NUEVO LIBRO "Las pardinas del río Asabón. Crónicas de un mundo olvidado"

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"Hubo un tiempo en que los monjes de San Juan de la Peña dominaban la mayoría de pueblos al sur de su monasterio, incluyendo gran parte de la cuenca del río Asabón.
 
Con el paso de los siglos, muchos de aquellos lugares se transformaron en pardinas, cuyas tierras continuaron siendo trabajadas por gentes que vivían en la soledad de la montaña, a cambio de extraer el fruto de sus pastos y labradíos.

Aquellos pardineros, procedentes mayoritariamente de Bailo, Paternoy, Longás, Salinas de Jaca, Villalangua, Santa María de la Peña, Ena o Centenero, siguieron conservando su forma de vida ancestral; hasta que la nueva sociedad industrial arrasó aquel mundo, borrándolo del paisaje y de nuestras mentes con tal ferocidad que parece que nunca hubiera existido.  

Pero sí existió.  Ésta es su historia"


Os presento mi pequeño tesoro, ganador de un Premio Félix de Azara 2016.
De momento, se vende en Huesca en las librerías Masdelibros (c/ Zaragoza) e Iris (Pasaje Pico de Guara); en la Pantera Rossa de Zaragoza (c/San Vicente de Paúl, 28); y en Casa Ubieto y el kiosko de Ayerbe.
Os iré informando de Jaca y alguna otra en Huesca o Zaragoza cuando tenga una disponible...

Espero que disfrutéis del resultado.





De pardinas y pardineros

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Aquí os dejo un vídeo que preparé para la presentación del libro "Las pardinas del río Asabón.  Crónicas de un mundo olvidado".  Unas cuantas imágenes (en los créditos tenéis más datos) de los paisajes que podréis encontrar los que queráis conocer esta zona.

Sirva además esta entrada para daros las gracias por todas las muestras de gratitud que he recibido todas estas semanas, tanto de pardineros como de personas que han leído el libro.  Sabía que esta zona y este mundo era merecedor de (al menos) un libro, por lo que me alegro que penséis que está a la altura de las expectativas.

De pardinas y pardineros

Os iré dejando aquí la lista de las presentaciones del libro previstas.  De momento:

- 12 de abril, miércoles.  19:30 h.  Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses.


- 15 de abril, sábado.  Bailo.
- 29 de abril, sábado.  20:00 h.  Ayerbe.

Como la hiedra...

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Me contaban en Ayerbe que, hace muchos años, cuando en una casa se vendía vino colgaban un ramo de hiedra en la puerta.  Un signo que entendían perfectamente las gentes de la montaña, cuando bajaban a hacer acopio del preciado líquido, entonces imprescindible en cualquier comida, cena, almuerzo o merienda.

Lupe Cebrián, de Casa Cebrián de Ayerbe, me contaba esta anécdota y me relataba además que su madre solía preparar para los montañeses un aderezo potente con el que acompañar y endulzar la cata, de manera que al pasar y comparar por las distintas casas que vendían, acabasen decidiéndose por su vino.

Me gustó esta curiosa historia que relaciona el vino con una planta aparentemente tan dispar como es la hiedra. 


¿Cuanta simbología habremos perdido?

Me decidí a contároslo porque hace unos días leí que en el cacereño pueblo de Tornavacas, en el valle del Jerte, tenían como costumbre colgar hiedra en las casas que vendían vinoProbablemente si alguien lo lee, me comente que en tal o cual pueblo gallego o murciano también ocurría lo mismo.  

Porque hoy en día rescatamos estos datos como anécdotas locales o dispersas por libros de etnobotánica, pero se me ocurre que tal vez hubo un tiempo en que esta cultura tradicional fuese un continuo que, saltando de pueblo en pueblo, cubriese toda la península.  Como la proverbial ardilla.

Salinas de Jaca. El pueblo nómada

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Salinas nunca fue un pueblo grande.  Su origen, como su nombre indica, está ligado al establecimiento de un grupo de personas para explotar unas salinas que durante muchos siglos fueron posesión de San Juan de la Peña.  Existen datos desde al menos el s. X, aunque en 1495 Salinas contaba únicamente aún con 5 fuegos (frente a los 40 de Bailo, 17 de Larués o 6 de Paternoy), cuyos cabezas de familia eran:

- Pedro Jaz, alcayde.
- Johan de Fuertes.
- Johan Castán.
- Miguel de Alcayde (¿hijo o familia de Pedro Jaz?)
- Johan de Lobera.
 
Salinas, el pueblo original o "viejo"

Su término tampoco era muy extenso, confrontando por el norte con las pardinas de Jaz (Chaz), Mullermuerta y Rompesacos;por oriente con las pardinas de Visús, de Samper de Asabón y de Tolosana; por el sur con Agüero y por occidente con Fuencalderas y la Pardina de Ferrera.

El estar tan rodeada de pardinas hizo que en el s. XIX, a raíz de la Desamortización, su territorio creciese bastante, cuando varios de estos predios cercanos pasaron a ser término de Salinas (para saber más sobre el tema, el libro “Las pardinas del río Asabón. Crónicas de un mundo olvidado”).  Pero Salinas seguía siendo un pueblo que a mediados del s. XIX apenas contaba con 21 o 22 casas (Madoz le contaba 44 casas, incluyendo en Salinas el “barrio” de Villalangua y pardinas como Montañano, Chaz o Mullermuerta, actualmente en Bailo; o Ceresto, ilocalizada).

Las casas de este lugar, ahora convertidas en meros bultos bajo la vegetación, se desparramaban por una ladera al sur de Punta Espata (topónimo, por cierto, repetido por nuestra geografía, que se podría traducir por “cima pinchuda”). 

Por supuesto, los accesos en este territorio tan montaraz no eran fáciles.  Caminos de herradura que debían de cruzar, bien la Osqueta, bien la Foz, para llegar desde Agüero o Villalangua.


 Las rallas de la Foz

Aunque no por difíciles estaban poco transitados.  En Salinas tenían muchos lazos familiares con Agüero.  Ángeles Callau, de Casa Bastarós, recuerda que siendo niña, su madre la montaba en el burro y le decía “a Casa Zapatero” y el animal la llevaba hasta Agüero. 
 


Antes de la ruina (arquitectónica y humana) de Salinas, al traspasar la foz homónima llegabas al pueblo por su parte más alta, topándote con la iglesia (bajo la advocación de Santa María Magdalena), el Ayuntamiento, donde además de despachar el secretario se hacía el baile; las escuelas y casa de los maestros y una plaza con un frontón ya que la pelota, junto a lanzar el barrón, eran los juegos favoritos de los hombres.
 

Las antiguas casas han sido escondidas bajo la alfombra, como si los dueños hubieran sentido vergüenza de que el visitante las viera en ese estado


El resto del pueblo se diseminaba a partir de aquí y esencialmente se estructuraba en una calle Alta y una calle Baja, unidas en perpendicular por la calle del Medio.  Al fondo de la calle Alta había una fuente de agua de boca y en esta parte alta del pueblo, cerca del paraje conocido como El Pardinal, estaban también las eras del pueblo.  Había varias eras particulares y una era común, donde las mujeres solían soltar las gallinas y cerdos.

Delante de Casa Bastarós estaba también el horno comunal, donde las distintas casas podían hacer su pan.

Y bajando por la calle del Medio llegábamos a la calle Baja, por donde encontraríamos Casa Visús, con diferencia la más fuerte del lugar.  El escudo de su familia estaba labrado en los muros de la iglesia, donde solían disfrutar de una capilla para escuchar la misa. 

En esta misma parte baja del pueblo estaba también “el cantón”, un grupo de casas en una esquina muy sombría, a juzgar por los recuerdos de sus moradores (Casa Melchor, Ruso..).  En Casa Melchor decían que en invierno en su fachada el sol no pegaba hasta el día de Reyes (“y solo pasaba a saludar”).  También, entre Casa Visús y Casa Sebastiana, estaba el cementerio viejo, aunque nunca vieron ahí entierros o restos de tumbas.

El cementerio de principios del s. XX estaba casi en el cauce del barranco, un poco más abajo de la zona conocida como “Fontiellas”, donde se encontraba el lavadero.  La situación de este lavadero era incómoda para bajar la ropa, aunque era peor a la vuelta, ya que era subida y la ropa mojada pesaba mucho más.  No obstante, también tenía puntos a su favor, ya que estaba cubierto y dicen que el agua en invierno no salía fría.


En ese mismo barranco brotaba una fuente salada, que usaban todas las casas para fabricarse su propia la sal.  La hacían hirviendo ese agua en un caldero en el hogar, aunque en los guisos echaban directamente cucharadas de agua salada ("las madres ya tenían cogido el tino").  



Para el resto de abastecimientos, los de Casa Ismael de Villalangua solían subir una vez a la semana con productos del racionamiento, con aceite, bacalao, jabón o similares.



A la izquierda de la foz se aprecia la construcción cuadrangular de la iglesia de Salinas.  A la derecha de la foz, abajo y entre campos, Villalangua

Pero también había hueco para la fiesta.  En Salinas eran valientes, ya que las celebraban en invierno, para Santa Águeda y San Sebastián; aunque también existía una romería para San Miguel, cuando los de Villalangua subían a buscar a los de Salinas y bajaban todos juntos de vuelta a Villalangua.  Dicen que en “la cruceta” (dos cruces que había al canto del camino ya cerca de Salinas, pasada la Fuen de la Rata) el cura paraba y apuntaba a los que habían faltado de Villalangua.

A mediados del s. XX, supongo que por motivos de mejora de accesibilidad, a los que se debió añadir algún problema de corrimiento de tierras en la ladera, Salinas decidió bajar al conocido como “Salinas nuevo”.  Pero transplantar algo tan viejo, con tantas raíces, no suele dar un buen resultado.  Este último e impresionante esfuerzo por sobrevivir no contaba con la gran sangría humana que la creciente industrialización del país iba a hacer en el medio rural.

Salinas "viejo". Las historias de la Historia.

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La importancia del mantenimiento de la Casa altoaragonesa ha sido ya explicada en multitud de publicaciones.  No obstante, encuentro una bonita historia en “nuestra” zona pardinera que muestra los extremos de lo que estamos hablando; con motivo de una reclamación “de recobro de maravedíes” que presentó José Lasaosa, vecino de Salinas, contra tres hermanos jacetanos, Andrés, José y Lorenzo Torres.

Rebuscando entre la documentación entresacamos datos del porqué de esta reclamación.  Y para ello comenzamos relatando que Fray Pedro de los Dolores, carmelita descalzo y regente por aquel entonces de la Parroquial de Salinas, en el marco de esta reclamación certificaba por escrito que el 25 de enero de 1779 se celebraron en el pueblo dos bodas.


Iglesia de Salinas, donde tuvieron lugar las bodas

En aquel festejo, dos primos hermanos de Salinas (que, por lo visto, vivían en la misma casa), José Lasaosa Mayner y Lázaro Lasaosa Castán; contrajeron matrimonio con dos hermanas, Mª Antonia y Mª Rosa Gella López, que habían llegado a Salinas provenientes de Arto.  Las hermanas estuvieron en la boda acompañadas por sus padres, Alexandro Gella y María López; y actuaron como testigos un vecino de Salinas, Pascual Castán; y el entonces cirujano del pueblo, Agustín Yriarte.  Tras la boda, las dos nuevas parejas siguieron compartiendo la casa. 

Décadas después, ambos matrimonios (José y Mª Antonia; y Lázaro y Mª Rosa) habían tenido ya descendencia, así que pactaron que sus respectivos hijos, primos hermanos por parte de madre y primos segundos por parte de padre, contrajesen matrimonio, solicitando para ello una dispensa.

Para comprender mejor el relato, explicamos que la “novia” de la nueva boda en ciernes (que suponemos, poco habría opinado en esta historia), Mª Bernarda Lasaosa Gella, era hija de José y Mª Antonia y había nacido el 3 de enero de 1783, siendo bautizada por Antonio Lanzeta, natural de Bailo; y actuando como padrinos Pascual y María Castán, también de Salinas y habitantes entonces en Montañano.

Por su parte, el “novio” (que suponemos, habría pintado lo mismo que la novia) Francisco Lasaosa Gella, era hijo de Lázaro y Mª Rosa y había nacido el 17 de febrero de 1787.

Puesto que ambos matrimonios ya vivían en “una misma casa y compañía” y deseando los padres “que los bienes de aquel consorcio de ninguna manera se desmembrasen sacando a cualquiera de los dos a casar fuera de la casa, trataron y convinieron pareciéndoles lo mejor…”.

Vaya, que la mejor solución que encontraron para el mantenimiento de la Casa, fue este pacto.  Por eso, a través de José Solana, vecino de Larués, en 1807 hicieron llegar al rector de Salinas, Francisco Puente, 3270 reales 28 maravedíes de vellón, para la dispensa matrimonial a favor de Francisco y Bernarda.

Pero los meses pasaron y el llamado “breve de dispensa” no llegaba, así que los padres abandonaron la idea y tanto Bernarda como Francisco “se vieron obligados a casarse” con otras personas.  Bernarda, por primogénita, fue nombrada heredera de la casa, casándose el 22 de junio de 1812 con Juan Ramón Viñas.  Por su parte, su primo Francisco hizo lo propio con Joaquina Laín el 18 de febrero de 1819.

Las vidas prosiguieron para estas nuevas parejas, que probablemente intentarían algo similar con sus descendientes.  Pero, de nuevo, os cuento una de estas pequeñas “historias de la Historia”, para ser conscientes de las vicisitudes a las que tuvieron que hacer frente nuestros antepasados para lograr mantener aquella vieja sociedad autárquica.



P.N. de Timanfaya (y alrededores). Fantasía tolkeniana

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Aprovechando el verano y sin salirnos de nuestro Reino Holártico, abandonamos nuestra Región Mediterránea para visitar la paradisíaca Región Macaronésica; nombre bajo el que seincluyen botánicamente las Canarias, Cabo Verde, Azores y Madeira, con numerosos endemismos y características diferentes a nuestra Región.
     
Lo único que eché de menos fue un rato para disfrutar de este paisaje en soledad

Quería compartir con vosotros unas cuantas fotos y comentarios de una visita a Timanfaya, en Lanzarote.  Lugar bonito, diferente, extraño.. y, sobre todo, inspirador;donde me dio la impresión de estar siendo testigo de la vida misma abriéndose paso, transformando a su ritmo un medio inhóspito.


Auténtico derroche visual

El paisaje que se disfruta, a ratos digno de un libro de Tolkien, es consecuencia de una serie de erupciones que sufrió la isla de Lanzarote entre 1730 y 1736, y en 1824.  Así, nuestra visita transcurrirá por una pequeña pista asfaltada en mitad de un inmenso mar de antiguas coladas de lava. 

Las visitas en Timanfaya están muy restringidas

Pero Timanfaya no es únicamente un espectáculo geológico, sino también un auténtico museo de líquenes; organismos pioneros que, gracias a suorganización simbiótica, pueden establecerse en lugares de climas o características extremas.  



El motivo es que estos organismos son consecuencia de la simbiosis de un hongo y un alga.  El alga obtiene su alimento mediante fotosíntesis y es parasitada por un hongo que, a través muchas veces de haustorios (similar a como actúa el muérdago), le roba el alimento.  Pero a su vez, el hongo le da protección frente a la desecación, permitiendo al alga colonizar un lugar que por sí sola no podría.  

Antiguos cráteres

Son auténticos expertos en soportar todo tipo de adversidades.  Para ser exactos, el único problema al que no pueden hacer frente es a la contaminación ambiental, ya que no pueden regular la entrada de gases en sus tejidos (por ello, se usan como bioindicadores de la calidad del aire).  ¡Y si de algo van sobradas las Canarias, es de calidad!

Columnas de basalto en "Los hervideros"

Consecuencia de su actividad biológica, los líquenes producen diversos metabolitos (entre ellos, una gran cantidad de ácidos), que con el paso delos años van disgregando la roca y generando suelo.  Una vez establecidos los líquenes, tarde o temprano el resto de organismos se abri paso.


En este caso, la vegetación basal (la del piso altitudinal más bajo y, por su orografía, mayoritaria en Lanzarote) de la región es el llamado cardonal-tabaibal, plantas crasas (cardos y euphorbias) que, con un mínimo de suelo, permiten la existencia y el desarrollo de la vida en este tipo de parajes.

Aeonium lancerottense, endemismo lanzaroteño protegido


En este corte se pueden apreciar las condiciones en que se desarrollan las tabaibas

Conforme las especies de plantas van aumentando en número, el ecosistema se va diversificando y afianzando.


Lagartos....

Incluso el hombre encontró su medio para vivir, a través de la agricultura ...


Viñedos sobre suelo volcánico en La Geria

Ganadería....

Rebaños de cabras en Femés (certifico lo buenos que están los quesos de este pueblo) 

De hecho, hubo un tiempo en que la riqueza en esta floreciente isla provocó el ataque de piratasde costas cercanas y lejanas.  Aún queda alguna edificación que nos hace intuir los sangrientos episodios de aquella época.

Castillo de San Gabriel, en Arrecife

A mi me quedó la impresión de una isla en la que, dentro de su homogeneidad, los paisajes cambian rápidamente de norte a sur y de este a oeste.

La Caleta de Famara, preciosa y ventosa playa

Incluso, al sur, asomabansiluetas instigadoras de nuevos planes...


Vistas hacia Fuerteventura desde el sur de Lanzarote

Menudos habitantes

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En mi última visita a Labati, del cual ya hablé en alguna ocasión, me detuve a contemplar más detenidamente a sus habitantes.

Estos bosques húmedos son tan ricos en vida que, como en las aventuras de Gulliver, merece la pena arrodillarse o incluso tumbarse a contemplar qué está sucediendo bajo nuestros pies.


Vida a raudales en Labati


Reparé en unas protuberancias que sobresalían de entre el musgo y se me antojaron pequeñas chimeneas, posiblemente de alguna fábrica de oxígeno que tuviese el bosque escondida bajo la alfombra de hojarasca.  

O tal vez únicamente fuesen ascocarpos de Xylaria o similar.  Pero como de esto último sé más bien poco, prefiero quedarme con la primera idea.  La de que tal vez haya pequeños operarios de gorro puntiagudo, afanados en producir esa atmósfera tan rica que se respira.

Decapando

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Mirando detenidamente una ladera en el bosque me dio la impresión de que, después de todo, la madre naturaleza nos hizo iguales en esencia.  Vivos o inertes.

El corte de suelo que se alzaba frente a mi parecía ser el resultado de numerosas capasque el tiempo había ido sedimentando y endureciendo; y coronándolo todo, una fina pátina de musgo, maquillando (¿escondiendo?) el duro interior.

Con un poco de suerte, esa bella pátina verde logra atraer a alguien, haciendo que eche raíces en él.

Exactamente igual que nosotros.





Han derribado Rompesacos

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Me acaban de llegar unas fotos del derribo de la Casa de Rompesacos.  A muchos les parecerá una tontería, pero me he quedado de piedra, si es que se puede usar esta expresión aquí.  No sé si será casualidad, pero justo el fin de semana pasado decidimos ir a pasar la mañana por ahí y que me hija pudiese conocer esa pardina.

Poco ha podido defenderse (gracias a Nacho de Visús por la foto)

Es decir, que no estoy unido a esta pardina más de lo que puedo estar unida al resto; o sea, más allá de la devoción que acaba uno sintiendo por estos parajes cuando dedicas varios años de tu tiempo libre a un libro sobre el tema.  Pero es cierto que por Rompesacos tenía una especial predilección.  Incluso en el Heraldo de Aragón llegaron a publicar un artículo a raíz del libro.

La nada (gracias a Nacho de Visús por la foto)

Esta casa me parecía una auténtica preciosidad.  Y es algo que la gente que la vivió recuerda.  El impresionante caserón que te aguardaba en lo alto del camino, divisando el barranco de Paternoy a oriente y el de Gabás a poniente...

 Vista desde el norte, aún con su chaminera en pie (Foto de Juanjo Ara)

Ya cayó hace poco su chaminera, y probablemente no hubiera aguantado un invierno lluvioso; pero la visión de esa pala derribando sus muros me ha dejado anonadado.

 Hasta otra...

Hoy hemos perdido un cachito (más) de nuestra historia.

Nos mudamos

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Parece que por fin nos abandonan estío y hastío.  La enésima olatsunami de calor que nos engulló pasó hace días (posiblemente) para no volver.  Será porque, al empezar el colegio, al sol lo obligan a retirarse antes, como a los críos.

Se van el sol y los niños y vuelven las colecciones y las buenas intenciones.  

Cada vez tengo más claro que el comienzo del año viene ahora, con el equinoccio de otoño, una fecha solar que antaño lo rigió todo.  Tal vez llegase hasta nuestros tiempos sacralizada en forma de fiesta de San Miguel, pero seguía siendo lo mismo.  Arrendamientos, contratos, trabajos..., todo iba "de un San Miguel a otro".

En realidad, pienso que el paso de una noche-vieja a un día-nuevo no implica gran cosa para nadie.  Algo que sí ocurre con el equinoccio.  Diría más, en mi caso, en lugar de hibernar podría decirse que "estivo".  

Pero tras aguardar remoloneando en la madriguera todo el verano, implorando clemencia al sol, creo que es hora de mudarnos.  Como si fuera fiesta.  Y salir por fin a la superficie, a estrenar nuestras nuevas mejores intenciones.

Muda que algún saltamontes hacendoso puso a secar en un alerce

Una cita entre erizos

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Hay imágenes que inspiran.  Nos pasa a todos.  Incluso se dan casos que llegan a hipnotizar, imaginando ser teletransportado a ese lugar o tal vezrememorando el instante de hacer la foto.  A veces me pongo frente a una y pruebo a apuntar lo que me pasa por la cabeza en ese momento, aunque leyendo historias por la red me dé cuenta que aún me queda mucho para aprender a "escuchar" las fotos como lo hacen otros...  



Por ver qué os parece a vosotros, os muestro lo que me sugirió este precioso ejemplar de castaño en O Soitu de San Martín de Trevejo;aunque para imbuirnos mejor de la atmósfera recomiendo clicar antes en el enlace y escuchar de fondo esta maravilla de nana.






Esto es lo que, recordando ese día, empezó a pergeñar mi lápiz...

Vientos castellanos y trasnochadores, que rodáis ladera abajo barriendo castaños, robles y brezos...incluso escobas.  Que escuchamos vuestras conspiraciones en la Revuelta de las Brujas y toleramos vuestra bajada al pueblo, en gélidas noches y mañanas, a forzar goznes de contraventanos por callis y calexas...

Sabed que, tal vez, mientras aún remolones tañéis la txalaparta con los indefensos mástiles de los castaños, algún joven mañego sentirá finalmente la tentación de subir al Soto a plantaros cara.

Y sumergido en el bosque, a más de mil castaños de profundidad, absorto contemplará la emersión de un ser milenario, como si de la proa de un galeón hundido se tratase.  

Se necesita del verbo encendido de un poeta experto para describir a uno de los venerables ancianos del bosque.  Un encuentro en la tercera fase. 

 Yo me limité a acariciar su tronco nudoso y oler su piel de musgo húmedo. 
A echarme sobre la cama de hojas doradas y taparme con la colcha de helechos. 
A cerrar los ojos y respirar profundo.  Sin prisa.  Sabiendo que, bajo su sombrío y cálido amparo, más tarde o más temprano reconocería el silbido de mi abuelo, que pasaría atareado entonando alguna melodía distraída…

Cerrar los ojos siempre facilita bajar la sutil barrera que separa ambos mundos.  Resulta así más sencillo cruzar y reunirnos los que estamos con los que estuvieron.

Yo con una pequeña charla en la muga me conformaría.  Pero si no pudiese acudir a mi cita, si estuviese ocupado con algún otro que en alguna otra parte hubiese también cerrado los ojos, espero que, al menos, ninguna visita inesperada me despierte.  Quiero disfrutar de mi vuelta a San Martín.


Cambio de vida en Botaya

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No soy una persona que tenga muy claro qué ocurre al final de este viaje, pero debo reconocer que, por diversas razones, siempre me ha gustado visitar los cementerios de los lugares que visito.

Y reconozco además, que hay pueblos en los que incluso su camposanto me resulta un lugar inspirador, casi diría acogedor.  Es lo que me sucede con Botaya, a los pies de San Juan de la Peña.  Un recoleto rincón donde, nunca mejor dicho, reposar en paz.

Ermita románica de San Miguel de Botaya, guardando el cementerio

Me acerqué hasta el recinto, en una soleada mañana con el tintineo de esquilas como único sonido de fondo, y comprendí que igual de acogedor lo debió considerar Mosen Marcelino Bordetas, quien durante años fuera párroco de este pueblo; ya que para su último día decidió construirse una casita-nicho adosada al ábside de la ermita, a los pies de cuya lápida crecía ahora un pino.


Me recordó las creencias sobre los tejos de los cementerios, que dirigen una raíz a la boca de cada una de las personas enterradas, haciendo así de puerta de entrada al otro mundo.  A ver quien ve cómo y dónde ha crecido este pino y no es capaz de darla por cierta...


Esta noche de ánimas será el mejor momento para recordar a la malograda Emily Dickinson, quien pareció inspirarse en este cementerio cuando nos contaba que, ciertamente, "como este aprisco no hay mansión segura".  Y será este humilde rincón también el mejor sitio para repetir esos versos con ella


"¡oh Muerte, abre las puertas!
Van a entrar los rebaños fatigados
cuyos balidos ya no se repiten,
los que ya su camino terminaron"


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